De Keyser, Véronique

De Keyser, Véronique

Dirección: Murciélago. B. 32, Université de Lieja, 4000 Lieja

País: Bélgica

Teléfono: 32 41 662 013

Fax: 32 41 662 944

E-mail: dekeyser@vm1.ulg.ac.be

EDUCACION: BS, 1968, Universidad Libre de Bruselas; PhD, 1974, Universidad Libre de Bruselas

Áreas de interés: Confiabilidad humana; ergonomía cognitiva

Es difícil hablar de análisis del trabajo sin ponerlo en la perspectiva de los cambios recientes en el mundo industrial, porque la naturaleza de las actividades y las condiciones en que se llevan a cabo han experimentado una evolución considerable en los últimos años. Los factores que han dado lugar a estos cambios han sido numerosos, pero hay dos cuyo impacto ha resultado crucial. Por un lado, el progreso tecnológico con su ritmo cada vez más acelerado y los cambios provocados por las tecnologías de la información han revolucionado los puestos de trabajo (De Keyser 1986). Por otro lado, la incertidumbre del mercado económico ha requerido una mayor flexibilidad en la gestión del personal y la organización del trabajo. Si los trabajadores han ganado una visión más amplia del proceso de producción, menos rutinaria y sin duda más sistemática, al mismo tiempo han perdido vínculos exclusivos con un entorno, un equipo, una herramienta de producción. Es difícil ver estos cambios con serenidad, pero hay que afrontar que se ha creado un nuevo paisaje industrial, a veces más enriquecedor para aquellos trabajadores que encuentran en él su lugar, pero también lleno de escollos y preocupaciones para quienes son marginados o excluidos. Sin embargo, una idea está siendo retomada en las empresas y ha sido confirmada por experimentos piloto en muchos países: debería ser posible guiar los cambios y suavizar sus efectos adversos con el uso de análisis relevantes y utilizando todos los recursos para la negociación entre los diferentes trabajos. actores Es en este contexto en el que debemos situar hoy los análisis del trabajo, como herramientas que nos permitan describir mejor las tareas y actividades para orientar intervenciones de diversa índole, como la formación, la puesta en marcha de nuevos modos organizativos o el diseño de herramientas y trabajos. sistemas Hablamos de análisis, y no de uno solo, ya que existen un gran número de ellos, dependiendo de los contextos teóricos y culturales en los que se desarrollen, los fines particulares que persigan, las evidencias que recojan o la preocupación del analizador por una u otra. especificidad o generalidad. En este artículo nos limitaremos a presentar algunas características de los análisis del trabajo y enfatizar la importancia del trabajo colectivo. Nuestras conclusiones señalarán otros caminos que los límites de este texto nos impiden recorrer con mayor profundidad.

Algunas características de los análisis de trabajo

El contexto

Si el objetivo principal de cualquier análisis de trabajo es describir lo que el operador o deberían hacer, ubicarlo más precisamente en su contexto a menudo ha parecido indispensable para los investigadores. Mencionan, según sus propios puntos de vista, pero de manera muy similar, los conceptos de contexto, situación, entorno, dominio de trabajo, mundo laboral or ambiente de trabajo. El problema radica menos en los matices entre estos términos que en la selección de variables que deben describirse para darles un significado útil. En efecto, el mundo es vasto y la industria es compleja, y las características a las que se podría hacer referencia son innumerables. Se pueden notar dos tendencias entre los autores en el campo. El primero ve la descripción del contexto como un medio para captar el interés del lector y proporcionarle un marco semántico adecuado. El segundo tiene una perspectiva teórica diferente: intenta abarcar tanto el contexto como la actividad, describiendo solo aquellos elementos del contexto que son capaces de influir en el comportamiento de los operadores.

El marco semántico

El contexto tiene poder evocador. Basta, para un lector informado, leer acerca de un operador en una sala de control en proceso continuo para llamar un cuadro de trabajo a través de comandos y vigilancia a distancia, donde predominan las tareas de detección, diagnóstico y regulación. ¿Qué variables deben describirse para crear un contexto suficientemente significativo? Todo depende del lector. No obstante, existe un consenso en la literatura sobre algunas variables clave. Él la naturaleza del sector económico, el tipo de producción o servicio, el tamaño y la ubicación geográfica del sitio son útiles.

Los procesos de producción, la herramientas o maquinas y ellos nivel de automatización permitir adivinar ciertas limitaciones y ciertas cualificaciones necesarias. Él estructura del personal, junto con la edad y el nivel de cualificación y experiencia son datos cruciales siempre que el análisis se refiera a aspectos de formación o de flexibilidad organizativa. Él organización de trabajo establecido depende más de la filosofía de la empresa que de la tecnología. Su descripción incluye, en particular, los horarios de trabajo, el grado de centralización de las decisiones y los tipos de control que se ejercen sobre los trabajadores. Se pueden añadir otros elementos en diferentes casos. Están vinculados a la historia y la cultura de la empresa, su situación económica, las condiciones de trabajo y cualquier reestructuración, fusión e inversión. Existen al menos tantos sistemas de clasificación como autores, y hay numerosas listas descriptivas en circulación. En Francia, se ha hecho un esfuerzo especial para generalizar métodos descriptivos simples, en particular permitiendo clasificar ciertos factores según sean o no satisfactorios para el operador (RNUR 1976; Guelaud et al. 1977).

La descripción de los factores relevantes con respecto a la actividad.

La taxonomía de sistemas complejos descrita por Rasmussen, Pejtersen y Schmidts (1990) representa uno de los intentos más ambiciosos de abarcar al mismo tiempo el contexto y su influencia sobre el operador. Su idea principal es integrar, de manera sistemática, los diferentes elementos que lo componen y resaltar los grados de libertad y las restricciones dentro de las cuales se pueden desarrollar las estrategias individuales. Su objetivo exhaustivo hace que sea difícil de manipular, pero el uso de múltiples modos de representación, incluidos los gráficos, para ilustrar las restricciones tiene un valor heurístico que atraerá a muchos lectores. Otros enfoques son más específicos. Lo que buscan los autores es la selección de factores que puedan influir en una actividad concreta. Así, con interés en el control de procesos en un entorno cambiante, Brehmer (1990) propone una serie de características temporales del contexto que inciden en el control y anticipación del operador (ver figura 1). La tipología de este autor ha sido desarrollada a partir de “micro-mundos”, simulaciones computarizadas de situaciones dinámicas, pero el propio autor, junto con muchos otros desde entonces, la utilizó para la industria de procesos continuos (Van Daele 1992). Para ciertas actividades, la influencia del entorno es bien conocida y la selección de factores no es demasiado difícil. Así, si estamos interesados ​​en la frecuencia cardíaca en el entorno de trabajo, a menudo nos limitamos a describir las temperaturas del aire, las limitaciones físicas de la tarea o la edad y la formación del sujeto, aunque sabemos que al hacerlo tal vez nos salimos. elementos relevantes. Para otros, la elección es más difícil. Los estudios sobre errores humanos, por ejemplo, muestran que los factores capaces de producirlos son numerosos (Reason 1989). A veces, cuando el conocimiento teórico es insuficiente, sólo el procesamiento estadístico, que combina el análisis del contexto y de la actividad, nos permite resaltar los factores contextuales relevantes (Fadier 1990).

Figura 1. Los criterios y subcriterios de la taxonomía de micromundos propuesta por Brehmer (1990)

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¿La tarea o la actividad?

La tarea

La tarea se define por sus objetivos, sus limitaciones y los medios que requiere para su realización. Una función dentro de la empresa generalmente se caracteriza por un conjunto de tareas. La tarea realizada difiere de la tarea prescrita programada por la empresa por una gran cantidad de razones: las estrategias de los operadores varían dentro y entre los individuos, el entorno fluctúa y los eventos aleatorios requieren respuestas que a menudo están fuera del marco prescrito. Finalmente, el tarea no siempre se programa con el correcto conocimiento de sus condiciones de ejecución, de ahí la necesidad de adaptaciones en tiempo real. Pero incluso si la tarea se actualiza durante la actividad, a veces hasta el punto de transformarse, sigue siendo la referencia central.

Los cuestionarios, inventarios y taxonomías de tareas son numerosos, especialmente en la literatura en inglés; el lector encontrará excelentes revisiones en Fleishman y Quaintance (1984) y en Greuter y Algera (1989). Algunos de estos instrumentos son meras listas de elementos —por ejemplo, los verbos de acción para ilustrar tareas— que se marcan según la función estudiada. Otros han adoptado un principio jerárquico, caracterizando una tarea como elementos entrelazados, ordenados de lo global a lo particular. Estos métodos están estandarizados y se pueden aplicar a un gran número de funciones; son fáciles de usar y la etapa analítica se acorta mucho. Pero cuando se trata de definir un trabajo específico, son demasiado estáticos y demasiado generales para ser útiles.

A continuación, están aquellos instrumentos que requieren mayor habilidad por parte del investigador; dado que los elementos de análisis no están predefinidos, corresponde al investigador caracterizarlos. A este grupo pertenece la ya obsoleta técnica del incidente crítico de Flanagan (1954), donde el observador describe una función a partir de sus dificultades e identifica los incidentes a los que tendrá que enfrentarse el individuo.

También es el camino adoptado por el análisis de tareas cognitivas (Roth y Woods 1988). Esta técnica tiene como objetivo sacar a la luz los requisitos cognitivos de un trabajo. Una forma de hacerlo es dividir el trabajo en objetivos, limitaciones y medios. La figura 2 muestra cómo la tarea de un anestesista, caracterizada en primer lugar por un objetivo muy global de supervivencia del paciente, puede dividirse en una serie de subobjetivos, que a su vez pueden clasificarse como acciones y medios a emplear. Fueron necesarias más de 100 horas de observación en quirófano y posteriores entrevistas con anestesistas para obtener esta “fotografía” sinóptica de los requerimientos de la función. Esta técnica, aunque bastante laboriosa, es sin embargo útil en ergonomía para determinar si todos los objetivos de una tarea cuentan con los medios para alcanzarlos. También permite comprender la complejidad de una tarea (sus dificultades particulares y objetivos conflictivos, por ejemplo) y facilita la interpretación de ciertos errores humanos. Pero adolece, al igual que otros métodos, de la ausencia de un lenguaje descriptivo (Grant y Mayes 1991). Además, no permite formular hipótesis sobre la naturaleza de los procesos cognitivos puestos en juego para alcanzar las metas en cuestión.

Figura 2. Análisis cognitivo de la tarea: anestesia general

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Otros enfoques han analizado los procesos cognitivos asociados con determinadas tareas mediante la elaboración de hipótesis sobre el procesamiento de la información necesario para llevarlas a cabo. Un modelo cognitivo de este tipo empleado con frecuencia es el de Rasmussen (1986), que proporciona, según la naturaleza de la tarea y su familiaridad para el sujeto, tres posibles niveles de actividad basados ​​en hábitos y reflejos basados ​​en habilidades, en reglas adquiridas basados ​​en procedimientos o en procedimientos basados ​​en el conocimiento. Pero otros modelos o teorías que alcanzaron el apogeo de su popularidad durante la década de 1970 siguen en uso. Por lo tanto, la teoría del control óptimo, que considera al hombre como un controlador de las discrepancias entre las metas asignadas y las observadas, todavía se aplica a veces a los procesos cognitivos. Y el modelado mediante redes de tareas interconectadas y diagramas de flujo sigue inspirando a los autores del análisis cognitivo de tareas; la figura 3 proporciona una descripción simplificada de las secuencias de comportamiento en una tarea de control de energía, construyendo una hipótesis sobre ciertas operaciones mentales. Todos estos intentos reflejan la preocupación de los investigadores por reunir en una misma descripción no sólo elementos del contexto, sino también la tarea misma y los procesos cognitivos que la subyacen, y reflejar también el carácter dinámico del trabajo.

Figura 3. Descripción simplificada de los determinantes de una secuencia de comportamiento en tareas de control energético: un caso de consumo inaceptable de energía

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Desde la llegada de la organización científica del trabajo, el concepto de tarea prescrita ha sido criticado negativamente porque se ha considerado que implica la imposición a los trabajadores de tareas que no solo se diseñan sin consultar sus necesidades, sino que a menudo van acompañadas de un tiempo específico de ejecución. , una restricción no bien recibida por muchos trabajadores. Incluso si el aspecto de la imposición se ha vuelto bastante más flexible hoy en día e incluso si los trabajadores contribuyen más a menudo al diseño de las tareas, un tiempo asignado para las tareas sigue siendo necesario para la planificación del horario y sigue siendo un componente esencial de la organización del trabajo. La cuantificación del tiempo no siempre debe ser percibida de manera negativa. Constituye un valioso indicador de carga de trabajo. Un método simple pero común de medir la presión del tiempo ejercida sobre un trabajador consiste en determinar el cociente del tiempo necesario para la ejecución de una tarea dividido por el tiempo disponible. Cuanto más cerca esté este cociente de la unidad, mayor será la presión (Wickens 1992). Además, la cuantificación se puede utilizar en una gestión de personal flexible pero adecuada. Tomemos el caso de las enfermeras donde se ha generalizado la técnica de análisis predictivo de tareas, por ejemplo, en la normativa canadiense Planificación de Enfermería Requerida (PRN 80) (Kepenne 1984) o una de sus variantes europeas. Gracias a dichas listas de tareas, acompañadas de su tiempo de ejecución, cada mañana, teniendo en cuenta el número de pacientes y sus condiciones médicas, se puede establecer un horario de atención y una distribución del personal. Lejos de ser una limitante, el PRN 80 ha demostrado en varios hospitales que existe escasez de personal de enfermería, ya que la técnica permite establecer una diferencia (ver figura 4) entre lo deseado y lo observado, es decir, entre el número de personal necesario y el número disponible, e incluso entre las tareas previstas y las tareas realizadas. Los tiempos calculados son solo promedios, y las fluctuaciones de la situación no siempre los hacen aplicables, pero este aspecto negativo se minimiza con una organización flexible que acepta ajustes y permite que el personal participe en efectuar esos ajustes.

Figura 4. Discrepancias entre el número de personal presente y requerido en base al PRN80

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La actividad, la evidencia y el desempeño.

Una actividad se define como el conjunto de comportamientos y recursos utilizados por el operador para que se produzca un trabajo, es decir, la transformación o producción de un bien o la prestación de un servicio. Esta actividad se puede entender a través de la observación de diferentes maneras. Faverge (1972) ha descrito cuatro formas de análisis. El primero es un análisis en términos de gestos y posturas, donde el observador ubica, dentro de la actividad visible del operador, clases de comportamiento que son reconocibles y repetidos durante el trabajo. Estas actividades suelen ir acompañadas de una respuesta precisa: por ejemplo, la frecuencia cardíaca, que nos permite valorar la carga física asociada a cada actividad. La segunda forma de análisis es en términos de captación de información. Lo que se descubre, a través de la observación directa —o con la ayuda de cámaras o registradores de movimientos oculares— es el conjunto de señales que capta el operador en el campo de información que lo rodea. Este análisis es particularmente útil en ergonomía cognitiva para tratar de comprender mejor el procesamiento de la información que realiza el operador. El tercer tipo de análisis es en términos de regulación. La idea es identificar los ajustes de actividad llevados a cabo por el operador con el fin de hacer frente a la fluctuación en el medio ambiente o cambios en su propia condición. Ahí encontramos la intervención directa del contexto dentro del análisis. Uno de los proyectos de investigación más citados en esta área es el de Sperandio (1972). Este autor estudió la actividad de los controladores aéreos e identificó importantes cambios de estrategia durante un aumento del tráfico aéreo. Los interpretó como un intento de simplificar la actividad con el objetivo de mantener un nivel de carga aceptable y, al mismo tiempo, continuar cumpliendo con los requisitos de la tarea. El cuarto es un análisis en términos de procesos de pensamiento. Este tipo de análisis ha sido ampliamente utilizado en la ergonomía de puestos altamente automatizados. De hecho, el diseño de ayudas informatizadas y, en particular, de ayudas inteligentes para el operador requiere una comprensión profunda de la forma en que el operador razona para resolver ciertos problemas. El razonamiento involucrado en la programación, la anticipación y el diagnóstico ha sido objeto de análisis, un ejemplo de los cuales se puede encontrar en la figura 5. Sin embargo, la evidencia de actividad mental solo se puede inferir. Aparte de ciertos aspectos observables del comportamiento, como los movimientos oculares y el tiempo de resolución de problemas, la mayoría de estos análisis recurren a la respuesta verbal. En los últimos años se ha hecho especial hincapié en los conocimientos necesarios para realizar determinadas actividades, tratando los investigadores de no postularlos desde un principio sino de hacerlos patentes a través del propio análisis.

Figura 5. Análisis de la actividad mental. Estrategias en el control de procesos con largos tiempos de respuesta: la necesidad del apoyo informatizado en el diagnóstico

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Tales esfuerzos han puesto de manifiesto el hecho de que se pueden obtener rendimientos casi idénticos con niveles de conocimiento muy diferentes, siempre que los operadores sean conscientes de sus límites y apliquen estrategias adaptadas a sus capacidades. Por lo tanto, en nuestro estudio de la puesta en marcha de una planta termoeléctrica (De Keyser y Housiaux 1989), las puestas en marcha fueron realizadas tanto por ingenieros como por operadores. Los conocimientos teóricos y procedimentales que poseían estos dos grupos, obtenidos mediante entrevistas y cuestionarios, eran muy diferentes. Los operadores en particular a veces tenían una comprensión errónea de las variables en los eslabones funcionales del proceso. A pesar de ello, las actuaciones de los dos grupos fueron muy igualadas. Pero los operadores tuvieron en cuenta más variables para verificar el control de la puesta en marcha y realizaron verificaciones más frecuentes. Tales resultados también fueron obtenidos por Amalberti (1991), quien mencionó la existencia de metaconocimientos que permiten a los expertos administrar sus propios recursos.

¿ evidencia de actividad es apropiado obtener? Su naturaleza, como hemos visto, depende estrechamente de la forma de análisis planeada. Su forma varía según el grado de cuidado metodológico ejercido por el observador. Provocado La evidencia se distingue de espontáneo evidencia y concomitante en posterior evidencia. En general, cuando la naturaleza del trabajo lo permita, se preferirá la evidencia concomitante y espontánea. Están libres de varios inconvenientes, como la falta de fiabilidad de la memoria, la interferencia del observador, el efecto de la reconstrucción racionalizadora por parte del sujeto, etc. Para ilustrar estas distinciones, tomaremos el ejemplo de las verbalizaciones. Las verbalizaciones espontáneas son intercambios verbales, o monólogos expresados ​​espontáneamente sin ser solicitados por el observador; las verbalizaciones provocadas son aquellas que se realizan a petición específica del observador, como la petición que se hace al sujeto de “pensar en voz alta”, que es bien conocida en la literatura cognitiva. Ambos tipos se pueden realizar en tiempo real, durante el trabajo, y por lo tanto son concomitantes.

También pueden ser posteriores, como en las entrevistas, o verbalizaciones de los sujetos cuando visualizan cintas de vídeo de su trabajo. En cuanto a la validez de las verbalizaciones, el lector no debe ignorar la duda suscitada al respecto por la controversia entre Nisbett y De Camp Wilson (1977) y White (1988) y las precauciones sugeridas por numerosos autores conscientes de su importancia en el estudio. de actividad mental en vista de las dificultades metodológicas encontradas (Ericson y Simon 1984; Savoyant y Leplat 1983; Caverni 1988; Bainbridge 1986).

La organización de esta evidencia, su procesamiento y su formalización requieren lenguajes descriptivos y en ocasiones análisis que van más allá de la observación de campo. Aquellas actividades mentales que se infieren de la evidencia, por ejemplo, siguen siendo hipotéticas. Hoy en día se suelen describir utilizando lenguajes derivados de la inteligencia artificial, haciendo uso de representaciones en términos de esquemas, reglas de producción y redes de conexión. Además, el uso de simulaciones computarizadas —de micromundos— para identificar ciertas actividades mentales se ha generalizado, aunque la validez de los resultados obtenidos de tales simulaciones computarizadas, en vista de la complejidad del mundo industrial, está sujeta a debate. Finalmente, debemos mencionar los modelamientos cognitivos de ciertas actividades mentales extraídas del campo. Entre los más conocidos está el diagnóstico del operador de una central nuclear, realizado en ISPRA (Decortis y Cacciabue 1990), y la planificación del piloto de combate perfeccionada en Centre d'études et de recherches de médecine aérospatiale (CERMA) (Amalberti et al. 1989).

La medición de las discrepancias entre el rendimiento de estos modelos y el de los operadores vivos reales es un campo fructífero en el análisis de actividad. Rendimiento es el resultado de la actividad, la respuesta final dada por el sujeto a los requerimientos de la tarea. Se expresa a nivel de producción: productividad, calidad, error, incidente, accidente, e incluso, a un nivel más global, ausentismo o rotación. Pero también hay que identificarlo a nivel individual: la expresión subjetiva de satisfacción, estrés, fatiga o carga de trabajo, y muchas respuestas fisiológicas también son indicadores de rendimiento. Solo el conjunto completo de datos permite la interpretación de la actividad, es decir, juzgar si promueve o no las metas deseadas mientras permanece dentro de los límites humanos. Existe un conjunto de normas que, hasta cierto punto, guían al observador. Pero estas normas no son situado— no tienen en cuenta el contexto, sus fluctuaciones y la condición del trabajador. Es por eso que en la ergonomía del diseño, incluso cuando existen reglas, normas y modelos, se aconseja a los diseñadores probar el producto utilizando prototipos lo antes posible y evaluar la actividad y el desempeño de los usuarios.

¿Trabajo individual o colectivo?

Mientras que en la gran mayoría de los casos, el trabajo es un acto colectivo, la mayoría de los análisis del trabajo se centran en tareas o actividades individuales. Sin embargo, el hecho es que la evolución tecnológica, al igual que la organización del trabajo, hoy enfatiza el trabajo distribuido, ya sea entre trabajadores y máquinas o simplemente dentro de un grupo. ¿Qué caminos han explorado los autores para tener en cuenta esta distribución (Rasmussen, Pejtersen y Schmidts 1990)? Se centran en tres aspectos: la estructura, la naturaleza de los intercambios y la labilidad estructural.

Estructura

Ya sea que veamos la estructura como elementos del análisis de personas, o de servicios, o incluso de diferentes ramas de una empresa que trabajan en red, la descripción de los vínculos que las unen sigue siendo un problema. Estamos muy familiarizados con los organigramas dentro de las empresas que indican la estructura de autoridad y cuyas diversas formas reflejan la filosofía organizativa de la empresa: muy jerárquicamente organizados para una estructura tipo Taylor, o aplanados como un rastrillo, incluso en forma de matriz, para una estructura más flexible. Son posibles otras descripciones de actividades distribuidas: se da un ejemplo en la figura 6. Más recientemente, la necesidad de las empresas de representar sus intercambios de información a nivel global ha llevado a repensar los sistemas de información. Gracias a ciertos lenguajes descriptivos —por ejemplo, los esquemas de diseño o las matrices entidad-relaciones-atributos—, la estructura de relaciones a nivel colectivo puede hoy describirse de manera muy abstracta y puede servir como trampolín para la creación de sistemas de gestión informatizados. .

Figura 6. Diseño de ciclo de vida integrado

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La naturaleza de los intercambios.

El simple hecho de tener una descripción de los enlaces que unen a las entidades dice poco sobre el contenido en sí de los intercambios; por supuesto, se puede especificar la naturaleza de la relación (movimiento de un lugar a otro, transferencias de información, dependencia jerárquica, etc.), pero esto suele ser bastante inadecuado. El análisis de las comunicaciones dentro de los equipos se ha convertido en un medio privilegiado para captar la naturaleza misma del trabajo colectivo, abarcando los temas mencionados, la creación de un lenguaje común en un equipo, la modificación de las comunicaciones cuando las circunstancias son críticas, etc. (Tardieu, Nanci y Pascot 1985; Rolland 1986; Navarro 1990; Van Daele 1992; Lacoste 1983; Moray, Sanderson y Vincente 1989). El conocimiento de estas interacciones es particularmente útil para la creación de herramientas informáticas, en particular ayudas para la toma de decisiones para comprender los errores. Las diferentes etapas y las dificultades metodológicas vinculadas al uso de esta evidencia han sido bien descritas por Falzon (1991).

Labilidad estructural

Es el trabajo sobre actividades más que sobre tareas lo que ha abierto el campo de la labilidad estructural, es decir, de las constantes reconfiguraciones del trabajo colectivo bajo la influencia de factores contextuales. Estudios como el de Rogalski (1991), que analizó durante un largo período las actividades colectivas frente a los incendios forestales en Francia, y el de Bourdon y Weill Fassina (1994), que estudiaron la estructura organizativa establecida para hacer frente a los accidentes ferroviarios, son ambos muy informativo. Muestran claramente cómo el contexto moldea la estructura de los intercambios, el número y tipo de actores involucrados, la naturaleza de las comunicaciones y el número de parámetros esenciales para el trabajo. Cuanto más fluctúa este contexto, más se alejan de la realidad las descripciones fijas de la tarea. El conocimiento de esta labilidad, y una mejor comprensión de los fenómenos que en ella tienen lugar, son esenciales para planificar lo impredecible y para brindar una mejor formación a los involucrados en el trabajo colectivo en una crisis.

Conclusiones

Las diversas fases del análisis del trabajo que se han descrito son una parte iterativa de cualquier ciclo de diseño de factores humanos (ver figura 6). En este diseño de cualquier objeto técnico, ya sea una herramienta, un puesto de trabajo o una fábrica, en el que se tiene en cuenta el factor humano, se necesita cierta información en el tiempo. En general, el inicio del ciclo de diseño se caracteriza por la necesidad de datos que involucran las restricciones ambientales, los tipos de trabajos que se van a realizar y las diversas características de los usuarios. Esta información inicial permite elaborar las especificaciones del objeto para tener en cuenta los requisitos de trabajo. Pero esto es, en cierto sentido, solo un modelo tosco en comparación con la situación laboral real. Esto explica por qué son necesarios modelos y prototipos que, desde su origen, permitan evaluar no los puestos de trabajo en sí, sino las actividades de los futuros usuarios. En consecuencia, si bien el diseño de las imágenes en un monitor en una sala de control puede basarse en un análisis cognitivo exhaustivo del trabajo a realizar, solo un análisis de la actividad basado en datos permitirá determinar con precisión si el prototipo realmente funcionará. ser útil en la situación laboral real (Van Daele 1988). Una vez que el objeto técnico terminado se pone en funcionamiento, se pone mayor énfasis en el desempeño de los usuarios y en situaciones disfuncionales, como accidentes o errores humanos. La recopilación de este tipo de información permite realizar las correcciones finales que aumentarán la confiabilidad y usabilidad del objeto terminado. Tanto la industria nuclear como la industria aeronáutica sirven como ejemplo: la retroalimentación operativa implica informar cada incidente que ocurre. De esta manera, el bucle de diseño cierra el círculo.

 

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