El concepto de la Organización Mundial de la Salud de “Salud para Todos” contempla un estado de salud que permite a las personas llevar una vida económica y socialmente productiva. Esto es contrario al precepto individualista rector del “hombre económico”, que sólo busca satisfacer o mejorar su bienestar económico. Además, mientras volvemos a contemplar el mundo del trabajo, es hora de repensar la noción de “recursos humanos” o “capital humano”, un concepto que considera a los seres humanos como instrumentos económicos prescindibles, menoscabando su humanidad esencial y trascendental. ¿Y qué tan válido es el concepto de “tasa de dependencia”, que considera a todas las personas jóvenes y mayores como dependientes no productivos? Así, nuestros preceptos y prácticas actuales subordinan o subvierten la idea de sociedad a la de economía. Los defensores del desarrollo humano enfatizan la necesidad de economías robustas como motores para la satisfacción de las necesidades de la sociedad, a través de la producción, distribución y disfrute equitativo de bienes y servicios.
Cuando se pone indebidamente el énfasis en la economía, la familia es vista simplemente como la unidad que produce, mantiene y restaura a los trabajadores; desde este punto de vista, la familia debe acomodarse a las demandas del trabajo, y el lugar de trabajo se absuelve de la acomodación para armonizar el trabajo y la vida familiar. El Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares de la OIT, 1981 (núm. 156), ha sido ratificado por solo 19 Estados, en contraste con la Convención de las Naciones Unidas sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer en todas sus formas, que ha sido ratificada por casi todos los Estados. Sus miembros. La OIT encontró que muy pocos países reportaron la adopción e implementación de políticas nacionales explícitas que cubren a los trabajadores y trabajadoras con responsabilidades familiares, de conformidad con el Convenio.
Los proyectos de desarrollo humano del Banco Mundial actualmente representan solo el 17% de los préstamos. El Banco Mundial en informes recientes ha reconocido la importancia de las inversiones en salud y educación, y ha reconocido que un número significativo de megaproyectos de desarrollo han fracasado porque carecían de la participación de los beneficiarios previstos. En una declaración de visión para el futuro, el presidente del Banco indicó que se haría mayor énfasis en los efectos ambientales y en el desarrollo humano para apoyar la educación, la nutrición, la planificación familiar y la mejora de la condición de la mujer.
Pero todavía hay un retraso conceptual. Estamos entrando en el siglo XXI anacrónicamente cargados con las filosofías y teorías del XIX. Sigmund Freud (a pesar de conferir su manto a su hija) creía que las mujeres con sus superyós inestables eran moralmente deficientes tanto como biológicamente; Adam Smith nos enseñó que la sirvienta, a diferencia del trabajador de fábrica, no era económicamente productiva, mientras que Charles Darwin creía en la “supervivencia del más apto”.
En este capítulo presentamos ensayos sobre la transformación del trabajo, sobre las nuevas tecnologías y sus implicaciones para el bienestar de los trabajadores, y sobre diversas formas de explotación de los trabajadores. Consideramos las necesidades de las trabajadoras y los desafíos que enfrentamos para maximizar el potencial humano.
El mundo ha llegado a una encrucijada. Puede continuar por el camino de la economía neoclásica y del “darwinismo social”, con desarrollo desigual e inequitativo, con derroche y menosprecio de las capacidades humanas. O bien, puede optar por políticas públicas saludables, a nivel nacional e internacional. La política pública saludable tiene como objetivo reducir las inequidades, construir entornos sostenibles y de apoyo y mejorar el control y la capacidad humana. Para lograr esto, necesitamos instituciones democráticas que sean transparentes, receptivas, responsables, responsables y verdaderamente representativas.